Próximamente se cumplirán tres años desde que la Conferencia Hidrográfica del Tajo demoliera la presa de Robledo de Chavela (Madrid) en base a las deficiencias estructurares que se habían producido en la misma, ejecutándose el mayor derribo de una presa fuera de servicio en España.
Pero vamos paso por paso. El río Cofío alimentaba con sus aguas el llenado de la presa y, durante más de tres décadas, abasteció a los habitantes de Robledo con agua no potable, hasta que en la década de los 80 el Canal de Isabel II canalizó y sirvió agua ya potable a toda la población, quedando en desuso la misma.
En la mañana del 29 de septiembre de 2014, la presa fue dinamitada, se invitó a la prensa, todo eran beneplácitos para la acción y se auguraban días de gloria para el río, para su Fauna, la pesca, un entorno rehabilitado, etc.
Se puede entrar a discutir las consecuencias que su desaparición ha tenido sobre el propio Rio Cofio, sobre los montes cercanos e incluso sobre la estética del entorno, lo que es indudable es que pasados tres años no ha favorecido en nada al propio rio, todas las ideas iniciales de conservación, recuperación de los espacios fluviales que se vieron alterados por la presencia de la presa y la mejora del estado ecológico, ni están y creemos que tampoco se les espera.
Sirva el dato que la operación contó con una inversión de un millón y medio de euros para su demolición y en la adecuación del entorno, a día de hoy el aspecto de la zona replantada y demolida es esta.
Centrándonos en sus protagonistas, hablemos de la Presa, se construyó para abastecer a los habitantes de Robledo de Chavela de agua no potable a partir de finales de los años 60. Cumplió su función durante más de 20 años, quedando posteriormente como lugar de visita y coto de pesca.
Su muro de casi 23 metros de altura hacía además de tapón para almacenar todos los residuos que se vertieron y sobre todo, regular el cauce de esporádicas crecidas y mantener el caudal mínimo ecológico.
Poco a poco y sobre todo por la nula conservación que ha tenido, sus paredes fueron cediendo y ante una posible rotura la decisión a adoptar fue su demolición.
Sin duda, con una mayor previsión, decisión por parte de las administraciones y una adecuada planificación, la situación actual sería muy diferente.
Ahora hablemos del Rio Cofio, quien conozca un poco la historia de este rio, se dará cuenta que es un auténtico superviviente.
Desde sus comienzos, la gente se bañaba en sus aguas, se pescaban truchas y anidaban las nutrias en sus orillas, paisaje idílico que se vio truncado con el comienzo de vertidos de residuos de las ganaderías que se encontraban cauce arriba del rio.
La presa se convirtió poco a poco en dique de toda la basura arrojada a sus aguas.
Pero el daño era ya irreparable, desaparecieron las truchas, la gente no podía bañarse y en sus orillas se acumulaban restos de excrementos de las vacas en grado máximo.
El río en sí, era un auténtico estercolero.
Sólo el paso del tiempo fue permitiendo la limpieza de sus aguas, la presa mostraba mejor aspecto aunque en el fondo guardase toneladas y toneladas de basura de tantos años de vertido.
Se solucionó el problema del vertido, pero no se hizo nada para evitar que el rio siguiera con su abandono y suciedad. Las zarzas y la maleza crecían por doquier. La presa no fue vaciada, tampoco saneada y todo ello bajo la inacción de los organismos públicos, no se mostró el más mínimo interés en su limpieza y conservación.
Ahora, se ha conseguido poner la guinda, las riadas anuales lo están terminando por convertir en un rio intransitable y difícilmente recuperable.
Hace tres años tenía como principal aliado a su amiga, la presa, la cual no sólo retenía todos los vertidos de las ganaderías colindantes sino que regulaba el caudal de agua.
Tres años después de la voladura se han producido dos importantes crecidas debido a las tormentas de verano, las cuales han tenido un efecto devastador tanto en el propio cauce como en los márgenes del mismo.
Hablemos de las Riadas, desde su nacimiento en la Sierra de Malagón (Peguerinos, Ávila) hasta su desembocadura en el Pantano de San Juan, las aguas recorren más de 56 Km entre escarpadas paredes, presas naturales y puentes históricos como el Puente Mocha en Valdemaqueda, hasta desembocar en el Pantano de San Juan.
Las dos riadas de Agosto’15 y Julio’17, han tenido un efecto devastador.
Ya desde Santa María de la Alameda, la riada bajó con una fuerza inusitada, con una altura de más de 3 metros y 15 metros en su parte más ancha, no sólo partió árboles, arrastró toda clase de maleza, ramas, también sacó lo más sucio que llevaba tiempo enterrado: ruedas de coches, tubos de conducciones eléctricas y de hormigón, toda clase de desperdicios, etc. La imagen era y es la de un tsunami a escala rio. Un auténtico desastre.
Muchas personas residentes en los pueblos colindantes, opinan que con la presa esta situación no habría tenido lugar, se hubiera puesto freno en medida alguna a la fuerza de las aguas y al posterior desastre medio ambiental, de ahí que muestren su disconformidad con la decisión adoptada.
Además, le presa servía como punto de abastecimiento para los pinares adyacentes en caso de incendio, los helicópteros se han nutrido de sus aguas para apagar los múltiples incendios que ha habido en la zona, salvo el último y más devastador que se produjo en Agosto del año 2012 y que supuso la pérdida de más de 2.000 hectáreas de monte, curiosamente la presa había tenido una fisura, no tenía agua embalsada y no se pudo utilizar como ayuda para sofocar el fuego.
Ahora y echando la vista atrás, se pensó que debido a la construcción del puente de la carretera M-505 a su paso por Santa María de la Alameda y que pasa sobre el rio Cofio (el cual es tristemente famoso por ser lugar de reunión para realizar la práctica de puenting) y ante la necesidad de disponer de un mayor volumen de agua embalsada para hacer frente a futuras demandas, se intuyó la realización de una gran presa que sustituyera a la antigua y que tuviera una capacidad similar a los grandes embalses de Madrid: Atazar o Valmayor. Proyecto que de existir, quedó guardado en alguno de los múltiples cajones de la administración.
A pesar de su lamentable aspecto, el rio Cofio sigue vivo. Aún corren las aguas por su cauce, pero en sus orillas seguirán visibles las marcas de una acción difícilmente justificable, de una demolición que podría no haberse realizado, intentar buscar otras alternativas más efectivas y menos dañinas, máxime viendo las consecuencias que ha tenido en el medio ambiente tres años más tarde.